LOS SIETE ESPIRITUS
Los Planetas que conforman nuestro Sistema Solar o Deuterocosmos, tienen una realidad trascendente o espiritual que se encuentra más allá de sus centros gravitatorios.
El centro gravitatorio de cada Planeta es, al igual que el centro gravitatorio del SOL, una puerta por donde penetra al universo tridimensional de Euclídes la energía de su LOGOS o Genio Tutelar.
Cada Planeta es un punto matemático del espacio, a partir del cual un Lógos emana su naturaleza espiritual.
Estos son los LOGOS o DIOSES que conforman la teogonía greco-romana e integran el OLIMPO arquetípico.
Los primitivos griegos veían en estas imágenes olímpicas las virtudes espirituales que debían alcanzar por el correcto ejercicio de los procesos del pensamiento.
Este es el motivo por el cual los dioses olímpicos eran representados con ciertas características humanizadas y a veces, inclusive, participaban en los asuntos de la vida terrena, modificando o interfiriendo en el destino de los hombres.
Cada Lógos planetario representa una función básica del ALMA HUMANA, o especificaciones de las directrices del SER INTERIOR PROFUNDO, que penetran por la puerta del SOL.
Toda esta simbología nos muestra a las claras, que en la antigüedad clásica el hombre sabio transitaba la vida en dialogo permanente con las directrices de su propio corazón, anteponiendo los valores del ALMA a la conveniencia temporal de sus especulaciones mentales.
El OLIMPO y su indisoluble vínculo con el destino de los hombres nos remite a una época de gloria, cuando MENTE y CORAZÓN formaban un binomio inseparable, sobre el cual se erguió el mas brillante de todos los imperios. Sin dudas que el OLIMPO no es la mente en su aspecto meramente especulativo o racional, como algunos estudiosos afirman, sino que es una magistral representación alegórica de los fuegos del corazón, esforzándose permanentemente por conducir al PENSAMIENTO por los caminos de la virtud, interfiriendo en las acciones humanas a través de la VOZ DE LA CONCIENCIA, cada vez que una Ley Superior es transgredida.
En cada Microcósmos vibran los SIETE METALES NOBLES, que son los cimientos sobre los cuales debe edificarse la JERUSALÉN CELESTIAL.
Cada METAL es el punto de conexión con alguna virtud de nuestro SER INTERIOR PROFUNDO, por tanto representa el punto de partida de un largo camino a seguir cuya meta final es la incorporación real de la virtud a la esfera de nuestra PERSONALIDAD HUMANA.
Así se destila el ORO ALQUÍMICO y en esa empresa, profundamente espiritual, se sintetiza la GRAN OBRA, la noble tarea de transmutar el PLOMO en ORO, que nos permite acumular tesoros en el Cielo, donde ningún ladrón puede robarlos.