LA GRAN INVOCACION
SU EMPLEO Y SIGNIFICADO
La belleza y la fuerza de esta Invocación reside en su sencillez y en que expresa ciertas verdades esenciales, que todos los hombres aceptan innata y normalmente —la verdad de la existencia de una Inteligencia básica a la que vagamente damos el nombre de Dios; la verdad de que detrás de todas las apariencias externas, el Amor es el poder motivador del Universo; la verdad de que vino a la tierra una gran individualidad, llamada Cristo por los cristianos, que encarnó ese amor para que pudiéramos comprenderlo; la verdad de que el amor y la inteligencia son, ambos, efectos de la Voluntad de Dios; y que finalmente la verdad evidente de que el plan divino sólo puede desarrollarse a través de la humanidad misma. Toda la Invocación se refiere a ese inminente, influyente y revelador depósito de esa energía, causa inmediata de todos los acontecimientos sobre la Tierra, que indican el surgimiento de algo nuevo y mejor; esto acontecimientos muestran el avance de la conciencia humana hacia una mayor luz. Por lo general el llamado invocador a sido hasta ahora de naturaleza egoísta y formulado momentáneamente. Los hombres oraron para sí mismos; invocaron la ayuda divina para quienes ellos amaron, y dieron a sus necesidades fundamentales una interpretación material. Esta Invocación es una plegaria mundial, no contiene ninguna demanda personal ni anhelo invocador transitorio; expresa la necesidad de la humanidad y supera todas las dificultades, dudas e interrogantes, llegando directamente a la Mente y al Corazón de Aquel en quien vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser —Aquel que permanecerá con nosotros hasta el fin de los tiempos y “hasta que el último cansado peregrino haya encontrado su camino al hogar”.
Desde el punto de Luz en la Mente de Dios, Que afluya luz a las mentes de los hombres; Que la Luz descienda a la tierra.
Las primeras tres líneas se refieren a la Mente de Dios como punto focal para obtener la luz divina. Esto concierne al alma de todas las cosas. El término alma con su máximo atributo de iluminación, incluye al alma humana y a ese punto culminante que consideramos como el alma “influyente” de la humanidad, que aporta luz y difunde la iluminación. Es necesario tener presente que la luz es energía activa. Cuando invocamos la Mente de Dios y decimos: “Que afluya luz a las mentes de los hombres que la luz descienda a la tierra”, expresamos una de las grandes necesidades de la humanidad y —si la oración y la plegaria encierran un significado— la respuesta vendrá con toda seguridad y certeza. Cuando los pueblos, en todo momento, en todas las circunstancias y en todas las épocas, sienten la necesidad de implorar a un Centro espiritual invisible, podemos tener la seguridad de que dicho centro existe. La invocación es tan antigua como la humanidad misma. Cristo dijo que los hombres “prefieren la oscuridad a la luz, porque sus obras son malas”. Sin embargo, la gran belleza incipiente del momento actual reside en que la luz llega a todo lugar oscuro, y nada de lo que está oculto quedará sin revelar. Los pueblos reconocen la oscuridad y la miseria actuales, y por consiguiente dan la bienvenida a la luz. Una de las mayores necesidades actuales consiste en iluminar las mentes humanas a fin de que se vean las cosas tal cual son y comprendan los correctos móviles y la forma de establecer rectas relaciones humanas. En la luz que trae la iluminación, eventualmente veremos la luz, y llegará el día en que millares de los hijos de los hombres e innumerables grupos, podrán decir con Hermes y con Cristo “ Yo soy (o somos) la luz del mundo”.
Desde el punto de Amor en el Corazón de Dios, Que afluya amor a los corazones de los hombres; Que Cristo retorne a la Tierra.
Las tres líneas de la segunda estrofa conciernen al Corazón de Dios y se refieren a punto focal del amor. El “corazón” del mundo manifestado es la Jerarquía espiritual —ese gran agente que trasmite amor a todas las formas de la manifestación divina. Amor es una energía que debe llegar a los corazones de los hombres y fecundar a la humanidad con la cualidad de la comprensión amorosa; cuando el amor y la inteligencia se unen se dicen que expresan eso. Cuando los discípulos estén activos y sean reconocidos por Cristo llegará el momento en que nuevamente Él podrá caminar abiertamente entre los hombres; podrá ser reconocido públicamente y realizar así Su tarea en los niveles externos e internos de la vida. Al despedirse de sus discípulos, Cristo les dijo: “Estaré siempre con vosotros, aún hasta en fin de la era”. Cuando Cristo venga florecerá activamente la conciencia crítica entre los hombres; liberará en el mundo de los hombres la potencia y la energía del amor intuitivo. La distribución de esta energía de amor traerá dos resultados: Primero, la energía activa de la comprensión amorosa iniciará una enorme reacción contra el poder del odio. El odio, la separatividad y la exclusión, serán considerados como el único pecado, pues se reconocerá que los denominados pecados derivan del odio o de su consecuencia, la conciencia antisocial. Segundo, innumerables hombres y mujeres de todos los países, se unirán en grupos para promover la buena voluntad y establecer rectas relaciones humanas. Su número será tan grande que, de una minoría pequeña y relativamente importante, se trasformará en la más grande e influyente fuerza en el mundo.
Desde el centro donde la Voluntad de Dios es conocida, Que el propósito guíe a las pequeñas voluntades de hombres; El propósito que los Maestros conocen y sirven.
En las tres líneas de la tercer estrofa tenemos una plegaria para que la voluntad humana pueda estar de acuerdo con la voluntad divina, aunque no sea comprendida. Estas tres líneas indican que la humanidad no puede captar todavía el propósito de Dios, ese aspecto de la voluntad divina que busca inmediata expresión en la tierra. Debido a que el propósito de la Voluntad de Dios trata de ejercer influencia sobre la voluntad humana, indudablemente se expresa en términos humanos de buena voluntad, viviente determinación o firme intensión de establecer rectas relaciones humanas. La voluntad divina, tal como esencialmente es, sigue siendo el gran misterio. Aún Cristo Mismo luchó con el problema de la voluntad divina, y se dirigió al Padre en el preciso momento que comprendió, por primera vez, la extensión y complejidad de Su misión como Salvador del mundo. Entonces exclamó: “Padre, no mi voluntad sino la tuya sea hecha”. Estas palabras significaron el abandono de los medios por los cuales Él trataba de salvar a la humanidad; Le señalaron lo que pudo aparentar en esos momento un evidente fracaso, y que Su misión no fuera cumplida. Esperó casi dos mil años para llevar a la fructificación esa misión. Él no puede proseguir con Su misión asignada sin la acción recíproca de la humanidad. Esta invocación es, peculiar y esencialmente, el propio mántram de Cristo que, al ser pronunciado por Él y utilizado por la Jerarquía espiritual, su “sonido” se ha difundido por el mundo. Sus palabras deben ser difundidas ahora en el mundo, mediante su pronunciación, por los hombres de todas partes, y su significado debe ser expresado por las masas, a su debido tiempo. Entonces Cristo podrá “descender a la tierra” nuevamente y “ver los afanes de Su alma y quedar satisfecho”.
Desde el centro que llamamos la raza de los hombres, Que se realice el Plan de Amor y de Luz; Y selle la puerta sonde se halla el mal.
En las tres líneas de la cuarta estrofa, se invocan los tres aspectos o potencias de la Mente, el Amor y la Voluntad, indicando que estos poderes se han introducido en la humanidad, en “el centro que llamamos la raza de los hombres”. Sólo en él pueden expresarse, en tiempo y espacio, las tres cualidades divinas y hallar su realización; sólo en él puede nacer verdaderamente el amor, actuar correctamente la inteligencia y la Voluntad de Dios demostrar su efectiva voluntad al bien. Por medio de la humanidad, sola y sin ayuda (excepto la que brinda el espíritu divino en cada ser humano), puede ser sellada “ la puerta donde se halla el mal”. La última línea de la cuarta estrofa quizás necesite una explicación. Es una manera simbólica de expresar la idea de hacer inactivos e ineficaces los malos propósitos. No existe un lugar especial donde reside el mal; el Libro de las Revelaciones del Nuevo Testamento habla del mal, de la destrucción del demonio y de hacer impotente a Satanás. La humanidad mantiene abierta “la puerta donde se halla el mal” por sus deseos egoístas, odio y por su separatividad, por su codicia y sus barreras raciales y nacionales, por susbajas ambiciones personales y por su afición al poder y a la crueldad. A medida que la buena voluntad y la luz afluyan a las mentes y corazones de hombres, las malas cualidades y energías que mantienen abierta la puerta del mal, cederán su hogar al anhelo de establecer rectas relaciones humanas, a la determinación de crear un mundo mejor y más pacífico y a la expresión mundial de la voluntad al bien. A medida que estas cualidades sustituyan las viejas e indeseables, la puerta donde se halla el mal, lenta y simbólicamente, se cerrará por el simple peso de la opinión pública y el correcto deseo humano. Nada podrá evitarlo. Así se restaurará el Plan original sobre la Tierra. Simultáneamente, se abrirá ante la humanidad, la puerta al mundo de la realidad espiritual y se cerrará aquella donde se halla el mal. Así, mediante “el centro que llamamos la raza de los hombres”, el Plan de Amor y de Luz se restablecerá y asestará el golpe final al mal, al egoísmo y a la separatividad, quedando sepultados para siempre en una tumba sellada; así también el propósito de Todo Creador será cumplido.
Que la luz, el Amor y el Poder restablezcan el Plan en la Tierra.
Es evidente que las tres primeras estrofas o versículos invocan, demandan o apelan a los tres aspectos universalmente reconocidos de la vida divina —la mente de Dios, el amor de Dios y la voluntad o propósito de Dios; la cuarta estrofa señala la relación de la humanidad con estas tres energías de inteligencia, amor y voluntad, y la profunda responsabilidad de la raza humana de complementar la difusión del amor y la luz sobre la Tierra a fin de restaurar el Plan. Este Plan exhorta a la humanidad a manifestar Amor e insta a los hombres a “dejar brillar su luz”. Luego viene la solemne y final demanda de que este “Plan de Amor y Luz”, desarrollándose a través de la humanidad, puede “sellar la puerta donde se halla el mal”. La última línea contiene la idea de restauración, e indica la tónica para el futuro; que llegará el día en que la idea original de Dios y Su intención inicial ya no serán frustradas por la maldad y el libre albedrío humanos —materialismo y egoísmo puros; entonces, debido a los cambios producidos en los corazones y metas de la humanidad, el propósito divino será cumplido.
UN SIGNIFICADO MÁS PROFUNDO DE LA GRAN INVOCACIÓN
Si se divulga ampliamente esta Gran Invocación, podrá ser para la nueva religión mundial lo que el Padre Nuestro ha sido para la cristiandad, y el Salmo 23 para el judío espiritual. Existen tres tipos de acercamientos a esta gran Plegaria o Invocación:
1. El público en general.
2. Los esoteristas o los aspirantes o discípulos del mundo.
3. Los miembros de la Jerarquía.
Primero, el público en general, la considerará como plegaría a Dios Trascendente, aunque no Lo reconozca como Inmanente en Su creación, y la elevará en las alas de la esperanza —esperanza de luz, amor, y de paz que todos anhelan incesantemente. También será considerada como plegaria para iluminar a los gobernantes y dirigentes de todos los grupos que manejan los asuntos mundiales; como ruego para que haya amor y comprensión entre los hombres y vivan mutuamente en paz; como demanda para cumplir la voluntad de Dios —sobre la cual la gente nada sabe y considera tan inescrutable y omnincluyente que se resigna a esperar y creer; como invocación para fortalecer el sentido de responsabilidad humana, a fin de que los males actuales —que tanto angustian y confunden a la humanidad— puedan ser eliminados y refrenada esa indefinida fuente del mal; finalmente será considerada como oración primordial, también indefinida, de beatífica felicidad y desaparición de todo sufrimiento y dolor en la Tierra. Todo esto es bueno y útil para los pueblos y es lo único que puede efectuarse en forma inmediata. Segundo, los esoteristas, los aspirantes y quienes están espiritualmente orientados, lograrán un acercamiento más profundo y comprensivo. Reconocerán el mundo de las causas y a quienes se hallan subjetivamente detrás de los asuntos mundiales, los Dirigentes espirituales de nuestra vida. Ellos están preparados para alentar e indicar, a quienes poseen verdadera visión, no sólo la razón de los acontecimientos suscitados en los distintos sectores de la vida humana, sino también revelarles aquello que permitirá a la humanidad pasar de la oscuridad a la luz. Si se adopta esta actitud fundamental, será evidente la necesidad de difundir ampliamente los hechos subyacentes, iniciándose una era de divulgación espiritual, ideada por los discípulos y llevada a cabo por los esoteristas. Esta era comenzó en 1875 cuando se proclamó la realidad de la existencia de los Maestros de Sabiduría, prosperando a pesar del escarnio, la negación y las erróneas interpretaciones de dicha realidad. Ha sido de gran utilidad el reconocimiento de la naturaleza sustancial de lo que puede ser corroborado y la respuesta intuitiva de los estudiantes esotéricos y de muchos intelectuales de todo el mundo. Un nuevo tipo de místico está surgiendo; difiere de los místicos del pasado porque se interesa en forma práctica por los acontecimientos mundiales y no únicamente por las cuestiones religiosas y eclesiásticas; se caracteriza por la falta de interés en su desarrollo personal, por su capacidad para ver a Dios Inmanente en todo credo, no sólo en su propia creencia religiosa, y también por la capacidad de vivir su vida a luz de la divina Presencia. Todos los místicos han podido hacerlo en mayor o menor grado, pero el místico moderno es capaz de indicar a los demás, con toda claridad, las técnicas a seguir en el Sendero; combina mente y corazón, inteligencia y sentimiento, más una percepción intuitiva de que hasta ahora carecía. No sólo la luz de su propia alma sino también la clara luz de la Jerarquía espiritual, iluminan ahora el camino del místico moderno, y esto irá acrecentándose. Tercero, los pueblos y los aspirantes mundiales en sus diversos grados, tienen, entre ellos, quienes se destacan de lo común porque poseen una profunda visión y comprensión; ocupan la “ tierra de nadie” entre las masas y los esoterístas por un lado, y los esoterístas y los miembros de la Jerarquía por otro, los cuales emplean también La Gran Invocación, pues no pasa día sin que Cristo Mismo la recite. El empleo de esta Invocación o Plegaria más la acrecentada expectativa por la vencida de Cristo, ofrecen hoy la máxima esperanza para la humanidad. Egregios Hijos de Dios siempre han venido en respuesta a la demanda de la humanidad y siempre vendrán, y Aquel a quien todos los hombres esperan está en camino.
INVOCACIÓN Y ORACIÓN
La ciencia de la invocación constituye , en realidad, la organización inteligente de la energía espiritual y de las fuerzas del amor, y éstas, al ser efectivas, evocarán la respuesta de Seres espirituales que pueden trabajar abiertamente entre los hombres y establecer así una estrecha relación y constante comunicación entre la humanidad y la Jerarquía espiritual. Podría decirse que la invocación es de tres tipos. Tenemos la demanda masiva, expresada inconscientemente, y el angustioso llamado, proveniente de los corazones de los hombres, en los momentos de crisis como el actual. Este grito invocador se eleva incesantemente de todos los que viven en medio del desastre; va dirigido a ese poder, fuera de sí mismos, y sienten que puede y debería venir en su ayuda en los momentos de aguda necesidad. Esta gran y silenciosa invocación se eleva hoy en todas partes. Tenemos luego el espíritu invocador, evidenciado por los hombres sinceros que participan en los ritos de su religión y aprovechan la oportunidad de la adoración y la oración unidas, para presentar ante Dios sus demandas de ayuda. Este grupo, sumado a la masa, crea un gran grupo de invocadores, que en la actualidad evidencia grandemente su intención masiva y eleva su invocación hasta el Altísimo. Tenemos finalmente los discípulos entrenados y los aspirantes del mundo que, al utilizar ciertas combinaciones de palabras, algunas invocaciones cuidadosamente definidas, enfocan el grito y el llamado invocador de los otros dos grupos, proporcionándoles correcta dirección y poder. Estos tres grupos están, consciente o inconscientemente, entrando actualmente en actividad, y su esfuerzo unido garantiza la resultante evocación. Por la oración invocadora o aspiración —no importa qué palabras se empleen— son extraídas y puestas en actividad las energías espirituales, y, mediante el claro pensar, el pensamiento dirigido y la percepción mental, pueden trasformarse en objetivos del deseo humano. Esta Invocación es esencialmente una plegaria que sintetiza el deseo más elevado, la aspiración y la demanda espiritual del alma misma de la humanidad, debiendo utilizarse así. Cuando la emplea el discípulo entrenado o el aspirante en entrenamiento, asume la actitud de meditación, es decir, una actitud de concentración, dirección y receptividad espiritual. Entonces ora. Asume la actitud de meditación (actitud mental, interna y de firme confianza), pero emplea el método de la oración, medio potente para establecer y mantener correctas relaciones humanas y espirituales. Cuando se halla en actitud de meditación y utiliza la herramienta de la oración (mediante la invocación), establece una relación con toda la humanidad, que de otro modo no sería posible, y complementa su reconocida aunque inexpresada necesidad, uniedose también con la Jerarquía espiritual, evocada por el deseo de la masa humana. Una gigantesca meditación grupal se está llevando a cabo en numerosos y distintos sectores de nuestro planeta. Todos aquellos que meditan y los grupos que reflexionan, están relacionados mutuamente por la unidad del móvil espiritual; buscan una estrecha colaboración y se esfuerzan por llevar a cabo su trabajo de meditación, consciente o inconscientemente, a un estado de tranquilidad universal positiva, a fin de que el deseo espiritual sea llevado exitosamente adelante, y la recepción de la energía espiritual sea una recepción unida. Se está realizando un gran esfuerzo para obtener ese alineamiento mediante la plegaria, la meditación y la invocación individuales, que, a medida que se va fortaleciendo, puede servir a toda la humanidad. Cada uno debe prestar ayuda, regular sus pensamientos y conceptos, cultivar un espíritu amoroso y emplear la Gran Invocación, mediante la cual estas energías y fuerzas espirituales —extremadamente necesarias— pueden ser invocadas. Deben concentrarse sobre la invocación, teniendo en cuenta de que personifica la intención divina y resume las conclusiones del pensamiento de Dios. Concentrar sobre ello el pensamiento mediativo y su poder reflexivo. Descubrir la idea abstracta subyacente en toda Invocación. Esta allí. Utilizar sus frases como escalones para llegar a ciertos niveles mentales no alcanzados hasta ahora.
ORIGEN DE LA INVOCACIÓN
El hombre invoca el acercamiento divino de diferentes maneras: por el llamado incipiente, inexpresado e invocador de las masas, y también por la invocación planeada y definida de los aspirantes de ideas y orientación espirituales y del trabajador inteligente y convencido. Poca atención se ha puesto sobre el factor invocación, como lo expresan los pueblos del mundo; no obstante, en el transcurso de las edades, el llamado invocador de la humanidad se ha elevado hasta la Jerarquía y ha traído respuesta. Lo ilustra la declaración espiritual de Shri Krishna, expuesta en el Canto del Señor, el Baghavad Gita; fue la enunciación que previno la venida de Cristo. En ese Canto Él dice: “Siempre que halla un quebrantamiento de la Ley y un surgimiento de la ilegalidad en todas partes, entonces Yo me manifiesto. Para la salvación de los justos y la destrucción de los que hacen el mal, para el firme establecimiento de la Ley, Yo vuelvo a nacer edad tras edad.” En la época licenciosa y en el maligno período del Imperio Romano, vino Cristo. Otro ejemplo de una invocación notable y muy antigua lo tenemos en el Gayatri, donde la gente invoca al Sol con las siguientes palabras: “Descúbrenos la Faz del verdadero Sol espiritual, oculta por un disco de luz dorada, para que conozcamos la Verdad y cumplamos con nuestro deber, a medida que nos acercamos a Tus sagrados pies.” Agreguemos también a ello las Cuatro Nobles Verdades enunciadas por Buda, conocidas por todos nosotros, puesto que sintetizan las causas y fuentes de todas las dificultades que preocupan a la humanidad. Existen muchas traducciones de estas verdades; todas indican el mismo anhelo, llamado y significado. Durante la Dispensación Judía se hizo una declaración referente a la conducta humana en las palabras de loa Diez Mandamientos; sobre estos se ha basado la ley humana y también se han fundado las leyes que rigen las relaciones de los pueblos occidentales. Luego vino Cristo y nos dio la ley fundamental del universo, la ley del amor y también la oración del Señor (el Padre Nuestro) con su énfasis sobre la Paternidad de Dios, el advenimiento de su reino y el establecimiento de rectas relaciones humanas. La humanidad se encuentra hoy en un particular y excepcional punto medio entre un pasado desventurado y un futuro lleno de promesas, siempre que se reconozca la reaparición de Cristo y se lleve a cabo la preparación para Su venida. El presente esta lleno de promesas y también de dificultades; actualmente y en el presente inmediato la humanidad tiene en sus manos el destino del mundo o —si puede expresarse así, con toda reverencia— la actividad inmediata de Cristo. La agonía de la guerra y la angustia de todo el género humano condujo a Cristo en 1945, a tomar una gran decisión, manifestada en dos declaraciones importantes. Anunció a la Jerarquía espiritual y a todos Sus servidores y discípulos en la Tierra, Su decisión de surgir nuevamente y establecer contacto físico con la humanidad, si llevaba a cabo las etapas iniciales para el establecimiento de rectas relaciones humanas; luego dio al mundo (para ser recitada por el hombre de la calle) una de las más antiguas plegarias conocidas, pero hasta ahora sólo se la ha permitido utilizar a los seres más excelsos. Se dice que Él Mismo la recitó por primera vez en 1945 durante la Luna llena de Junio, conocida como la Luna llena de Cristo, así como la Luna llena de mayo es la de Buda. No fue fácil traducir estas frases antiguas (tan antiguas que no tienen fecha ni antecedente alguno) en palabras modernas, pero ello se ha hecho, y la Gran Invocación eventualmente será una plegaria mundial. El pensamiento humano es tan reaccionario que, evocará la crítica, la afirmación de que constituye una de las más grandes plegarias mundiales, a la par de otras expresiones verbales del deseo y de la intención espirituales. Ello no tiene importancia. Solamente unos pocos —muy pocos— emplearon el Padre Nuestro en los primeros días del cristianismo, porque era necesario registrarlo y expresarlo en términos comprensibles, y traducirlo adecuadamente antes de ser utilizado ampliamente. Este esfuerzo llevó siglos. Tenemos hoy todos los medios para una rápida distribución, y han sido empleados para divulgar la Gran Invocación.
EL DESTINO DE LA HUMANIDAD
Estos pocos conceptos podrán servir para que la Invocación reviva en sus mentes y adquiera una nueva y vital vivencia. Está relacionada excepcionalmente con todas las creencias antiguas y verdaderas. Brinda esperanzas para el futuro y tiene suma importancia práctica para el presente. No se expresa en forma vana y nebulosa. Expresa las necesidades fundamentales de la humanidad actual: necesidad de luz y amor, comprender la voluntad divina y terminar con el mal. Demanda triunfalmente: “Que la luz descienda a la Tierra; que Cristo retorne a la Tierra; que el propósito guíe a las pequeñas voluntades de los hombres; que el Plan... selle la puerta donde se halla el mal.” Luego resume todo en estas vibrantes palabras: “Que la Luz, el Amor y el Poder restablezcan el Plan en la Tierra. El énfasis siempre recae en el lugar de aparición y manifestación: la Tierra. Habrán notado —al estudiar la Invocación— una estrecha relación entre la primera estrofa y la última; el destino de la humanidad consiste en ser exponente de la mente de Dios, expresando por lo tanto inteligencia activa, motivada por el amor y complementada por la voluntad. El momento no ha llegado aún, pero si el sentido humano del tiempo es correcto y el adecuado deseo es suficientemente poderoso, por primera vez en la historia humana este destino puede ser reconocido públicamente e impeler a los pueblos, en forma creciente y voluntaria hacia una actividad que es específicamente su propio destino. Éste constituye también uno de los objetivos primordiales de la Invocación; su empleo constante producirá el incluyente concepto del desarrollo espiritual e impartirá la síntesis del pensar humano, de que hasta ahora había carecido. A medida “que la luz afluye a las mente de los hombres” el Plan divino será percibido con mayor amplitud y la voluntad al bien será más generalmente deseada e invocada. Este gran llamado invocador es triple. Constituye la demanda de que afluya luz en el camino y en los lugares oscuros de la tierra; también demanda más amor en el mundo, tal como lo expresan los hombres de buena voluntad y las actitudes humanitarias; finalmente es el llamado intuitivo, de los aspirantes y discípulos del mundo, para expresar la Voluntad de Dios. La humanidad común instintiva, los hombres y mujeres de buena voluntad y los discípulos del mundo, están todos implicados en esta invocación, que introduce los atributos del instinto, de la inteligencia y de la intuición, incluidos todos en la Gran Invocación. Además se ha de recordar constantemente esta fusión básica, la cual se está expresando ahora oralmente, y se ha de extraer aliento del acercamiento masivo a la Fuente de toda vida, amor y luz. Nada puede resistir la demanda unida de los hombres, en graduadas y apretadas filas, de todas partes. El trascendental significado de esta presentación de un ejercicio de alineamiento, plegaria o invocación, cósmico, planetario e individual, consiste en que provoca, como resultado de su correcto empleo, una afluencia espiritual directamente al corazón de la humanidad, proveniente de las fuentes más elevadas. Lo excepcional de esta Invocación estriba en que realmente es un gran método de integración. Vincula al Padre, al Cristo y a la humanidad en una gran relación. Cristo puso siempre énfasis en la paternidad de Dios, en sustitución del cruel, celoso y tribal Jehovah. En el capítulo 17 del Evangelio de San Juan (otra de las más grandes declaraciones espirituales del mundo), Cristo puso de relieve la relación de la consciencia crística con la consciencia de la Deidad misma. Vinculó el concepto del espíritu con el hombre, plenamente desarrollado e inspirado por su alma, y la unidad subyacente que existe en todos los seres, en todas las formas y en el Padre. La Gran Invocación relaciona la voluntad del Padre, el amor de la Jerarquía espiritual y el servicio que presta la humanidad, en un gran Triángulo de Energías. Este triángulo tendrá dos resultados fundamentales: “sellar la puerta donde se halla el mal” y la realización del Plan de Amor y de Luz, mediante el poder de Dios liberado sobre la Tierra, a través de la Invocación. Esta Invocación también es única, en el sentido que invoca simultáneamente los tres aspectos divinos. Nadie puede emplear esta invocación u oración, para la iluminación y el amor, sin causar poderosos cambios en sus propias actitudes e intención en la vida; además modificará el carácter y las metas y alterará la vida, haciéndola espiritualmente útil. “Como el hombre piensa en su corazón, así es él”, constituye una ley básica de la naturaleza; la constante dirección de los pensamientos hacia esa necesidad de luz y perspectiva de iluminación, no puede ser ineficaz ni lo será. Lo único que le preocupa a la Jerarquía espiritual del planeta es que toda la humanidad aproveche la oportunidad espiritual, la cual se halla presente hoy en forma más destacada que nunca. Se nos ha dado la Gran Invocación, en estos momentos de oportunidad, para que la utilicemos en colaboración con Aquellos que la emplean en bien de la humanidad. La Invocación no es propiedad de ningún individuo o grupo. Pertenece toda la humanidad. Miles de personas de buena voluntad en el mundo la recitan todos los días. La culminación de esta continua demanda invocadora tiene lugar el día de la Luna llena de Junio (el plenilunio de Géminis a veces cae en mayo). Todo el mundo reconoce el momento del plenilunio, no siendo afectado por las diferencias del calendario. En ese día se recita simultánea y mundialmente la Invocación, como un gran llamado invocador en bien de toda la humanidad. El festival de junio, tan característico de Cristo y que hace resaltar Su relación con la humanidad, en realidad abarca tres días, teniendo cada uno una nota clave distinta: 1. La nota clave del Amor, en su sentido jerárquico —libre de todo sentimiento, emoción y énfasis personal—, un amor que se sacrifica y comprende, que actúa con fuerza y decisión en bien de la totalidad y no en favor de algún grupo o individuo. 2. La nota clave de la Resurrección, que acentúa la nueva de la vivencia, del Cristo viviente y de esa “vida más abundante” que la guerra ha hecho posible, obligando a retornar a los verdaderos valores. 3. La nota clave del Contacto, de una relación más estrecha entre Cristo y Su pueblo, entre la Jerarquía y la Humanidad. Las palabras “nota clave” se han elegido deliberadamente y significan el sonido que precede a cada una de las principales afluencias del festival de mayo; dichas energías serán liberadas en una solemne ceremonia, en cada uno de los tres días. En esas ceremonias Cristo recitará, Él solo, la Invocación; luego la Jerarquía, en conjunto, entonará esa estrofa que invoca luz, amor y voluntad al bien (en cada uno de los tres días). El resultado de esta solemne invocación, durante tres días, será seguido por un día culminante, donde la Jerarquía, en forma unida y conducida por Cristo, pronunciará la Invocación, precediéndola cada estrofa su nota clave apropiada, entonada también al unísono.
Que la Luz, el Amor y el Poder restablezcan el Plan en la Tierra.